Fast Fashion, la huella ambiental que no se detiene ~ Mira tu México

viernes, 27 de marzo de 2020

Fast Fashion, la huella ambiental que no se detiene

REPORTAJE. México se encuentra entre los países en desarrollo en donde la venta de ropa creció 8 veces más rápido que en los países desarrollados; además, se estima que para el año 2025 el daño al ambiente de la industria  de la moda llegará a ser mucho más grande.

Fast Fashion, la huella ambiental que no se detieneTrajes, vestidos, pantalones, chamarras y un sin número de prendas se han convertido en una necesidad, pues en la industria de la moda ha persistido el ideal que vestir lo más actual o lo que se ofrece para cada temporada es estar “in”.

Sin embargo, el fenómeno ha crecido tanto que este sector se ha convertido en el más contaminante a nivel mundial después del sector petrolero, debido al gasto de agua y el uso de productos químicos.

De acuerdo con el estudio Style that’s sustainable: A new fast-fashion formula (2016), de la empresa consultora McKinsey & Company, la industria de la fast fashion (moda rápida), es un negocio grande y sofisticado, con un sistema de producción fragmentado y relativamente de baja tecnología que genera un impacto ambiental, porque la elaboración de ropa requiere el uso de mucha agua y productos químicos que emiten grandes cantidades de gases de efecto invernadero.

El análisis refiere que a pesar de que las ventas han sido robustas a nivel mundial, las economías emergentes son las que han tenido especialmente un gran incremento en la venta de ropa y en las que más personas han llegado a formar parte de la clase media. Tan sólo “en cinco grandes países en desarrollo (Brasil, China, India, México y Rusia), la venta de ropa creció ocho veces más rápido que en Canadá, Alemania, Reino Unido y Estados Unidos”.

En promedio, los residentes de países en desarrollo (entre ellos, México), compran una fracción de la ropa que su contraparte del mundo desarrollado compra cada año. En general, la venta de ropa podría aumentar significativamente si los consumidores de los países en desarrollo eligen comprar más ropa en tanto su poder de compra aumenta.

¿POR QUÉ SIGUE CRECIENDO LA MODA RÁPIDA?

El estudio Puntadas tóxicas. El oscuro secreto de la moda (2012), elaborado por Greenpeace, refiere que algunas marcas que manejan la llamada fast fashion “han desarrollado nuevas tendencias de moda en ciclos cada vez más cortos”, incluso, desde comienzos de los años noventa han impulsado estrategias para que los consumidores compren cada vez más ropa y lo hagan con mayor frecuencia.

Por ejemplo, la baja calidad de muchos productos y los bajos precios motivan al consumidor a cambiar de ropa habitualmente, lo cual hace que los ciclos de vida sean cada vez más cortos aun cuando el tejido podría durar décadas.

Adicionalmente, algunas marcas han llegado a establecer entre seis y ocho temporadas al año (frente al ritmo tradicional de entre dos y cuatro colecciones) para lo cual reducen el tiempo de producción y entrega de una prenda, lo que “se traduce en prácticas medioambientales irresponsables y en el recorte de los costes laborales”.

La Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) en México, en su Revista del Consumidor de diciembre de 2019, destacó que las grandes marcas del fast fashion, “en la escala de la economía global basan su modelo de negocio en la rápida introducción de conjuntos de ropa que en lugar de resurtir con el mismo modelo sus anaqueles, introducen un nuevo modelo que sustituye al agotado”.

De esta manera cambian las tradicionales temporadas primavera-verano y otoño-invierno, por periodos de máximo seis semanas a partir de que las prendas llegan al anaquel.

Además, el estudio Style that’s sustainable: A new fast-fashion formula refiere que la marca Zara ofrece 24 nuevas colecciones de ropa cada año; H&M ofrece de 12 a 16 y las refresca semanalmente; y de entre todas las compañías de ropa europeas, el número promedio de colecciones de ropa se ha más que duplicado, desde dos por año en 2000 a aproximadamente cinco por año en 2011.

Este estudio también refiere que si 80% de la población de economías emergentes fuera a alcanzar los mismos niveles de consumo de ropa como el mundo occidental para 2025, y la industria del vestido no llega a ser más eficiente ambientalmente, entonces, la huella ambiental de esta industria llegará a ser mucho más grande.

Por ejemplo, tomando como punto de partida el año 2015, se estima que las emisiones de dióxido de carbono pasaran de 1 mil 714 a 3 mil 030 millones de toneladas métricas para 2025, lo que representa un incremento del 77%. El gasto de agua pasará de 141 a 170 miles de millones de metros cúbicos, es decir, un alza de 20%; y de 38 a 41 miles de millones de hectáreas de tierra, que es equivalente a un 7% más.  

UNA OPCIÓN: LA SLOW FASHION

En busca de fomentar acciones que contribuyan a la sustentabilidad y al cuidado del medio ambiente, algunos investigadores consideran necesario analizar nuestra manera de consumir, usar y desechar la ropa, pues a partir de ello se desprende una cadena de acciones: lo que exija el consumidor es lo que se producirá.

De acuerdo con el análisis Slow fashion (2014), de la Universidad del Norte de Carolina en Greensboro, el más reciente movimiento sustentable en la industria de la moda es la slow fashion (lenta moda), un término primero acuñado por la periodista británica Kate Fletcher, el cual incluye dos aspectos: producción y consumo, es decir, la producción lenta no explota los recursos naturales ni los recursos humanos para acelerar velocidad de fabricación y consumo lento, a su vez, el consumo lento  implica una mayor vida útil del producto desde la fabricación hasta el descarte.

En este contexto, algunas marcas de moda conocidas a nivel mundial han comenzado a emprender algunas acciones para que su producción sea más amigable con el ambiente. Por ejemplo, la marca británica Topshop lanzó la colección Reclaim to Wear, en la que los productos están hechos de los restos de la producción anterior.

La marca sueca H&M creó una iniciativa de recolección de prendas de vestir para concienciar al consumidor de que la ropa vieja puede ser una fuente de nueva ropa. De tal manera que sus clientes pueden cambiar la ropa vieja por un vale para una futura compra en cualquiera de las 2 mil 800 tiendas participantes.

Por otra parte, la cadena de tiendas de moda española Zara se comprometió a reducir sus emisiones de dióxido de carbono en un 10% en 2015 y promover ropa eco-amigable en nuevos productos y desarrollo de materiales.

Incluso, emprendedores han creado plataformas digitales en donde promueven y enseñan cómo crear un negocio sustentable de ropa y cómo realizar un consumo responsable de la misma.

Tal es el caso de Slow Fashion Next, un sitio web español creado por un grupo de profesionales en la industria que ofrecen formación en moda, sostenibilidad y negocio a estudiantes, empresas de moda y diseñadores para promover alternativas a la hora de producir y consumir productos textiles, además de contar con un directorio de marcas sostenibles.

Al respecto, la fundadora y directora de Slow Fashion Next, Gema Gómez, durante el Foro Sustainable Week  2016, destacó que las materias recicladas son las mejores, porque “la prenda más sostenible es la que ya existe”, las que no gastan recursos y cubren una necesidad del consumidor.

Además, consideró importante optar por hacer algo con residuos o materiales existentes (upcycling); no generar más residuos (zero waste); inspirarnos en la naturaleza para fabricar materiales que se pueden reintegrar de nuevo al entorno natural (biomimesis); y generar ideas nuevas (ecoInnovacion).

En México también existen opciones sustentables como los productos de artesanos y emprendedores que están hechos con materiales naturales o reciclados. Tal es el caso de las Tejedoras de Hueyapan, quienes elaboran de manera tradicional diversas prendas como rebozos de lana teñida con grana cochinilla, además de impartir talleres sobre bordado y teñido natural.

Por otra parte, la Profeco recomendó leer las etiquetas y entender lo que en ellas se detalla, como: composición de la prenda, el lugar de manufactura, instrucciones y cuidados de lavado, así como saber de qué está hecha, de dónde viene y cómo cuidar la prenda.

Todo ello “nos ayudará a saber identificar, además del costo, la durabilidad esperada del artículo y la consecuente planeación de nuestro presupuesto”.

Además, al tomar en cuenta que en los últimos años se han incrementado las alergias e intolerancias a ciertos compuestos e ingredientes que contienen los hilados sintéticos, es preferible elegir fibras naturales como algodón, lino, cáñamo, henequén, seda, lana o alpaca.

Otro aspecto que se debe analizar, según la Profeco, es que en su gran mayoría las grandes marcas confeccionan sus productos en maquiladoras asiáticas, en países como Bangladesh o India, en donde la mano de obra es sumamente barata. De ahí que se les califique como esclavistas modernos, pues “los bajos salarios y condiciones precarias de los trabajadores son más cercanos a campos de esclavos que a fábricas modernas”.

Incluso, de acuerdo con la escritora y periodista Dana Thomas, autora del libro Fashionopolis: The Price of Fast Fashion and the Future of Clothes (publicado en septiembre de 2019), "si una prenda de vestir te cuesta 19.99 dólares, eso significa que a la persona que lo elaboró le pagaron 19 centavos de dólar".

Por lo anterior, Profeco sugirió que un consumidor responsable tomen en cuenta, además del costo, los materiales, la calidad de fabricación, el uso que se le dará, el origen del producto y sus materiales, y que satisfagan nuestros gustos más allá de una moda.

Fuente: Mira tu México