La universitaria Edali Murillo dijo que el sistema potabilizador pluvial en Chiapas está diseñado para enseñar a los niños el proceso de purificación y promover un descenso en la adquisición de gaseosas.
El consumo de gaseosas es un hábito difícil de desarraigar, pues aunque favorece la desnutrición, un crecimiento inadecuado, obesidad y diabetes, para muchos ha sido la única opción para combatir la deficiente distribución hídrica o compensar la mala calidad del líquido que llega a las casas, explicó Edali Yareni Murillo Gómez, egresada de la Facultad de Arquitectura de la UNAM.
“El refresco ha establecido lazos culturales con las comunidades chiapanecas, al grado de que no sólo es un invitado permanente en cada comida o un elemento central en juegos infantiles como el bote pateado, sino que sus botellas se han transformado en objetos rituales en ceremonias religiosas”.
En este contexto, explicó que la iniciativa Agua Segura en las Escuelas consiste en un sistema potabilizador de agua de lluvia para “abastecer a colegios de Los Altos de Chiapas, muchos sin acceso a una red hidráulica, pero enclavados en zonas con copiosa precipitación pluvial que, de ser aprovechada, dotaría del líquido a la población, prevendría enfermedades gastrointestinales y ayudaría a aminorar los altos índices de consumo de refresco en la zona”.
Para demostrar su efectividad, la diseñadora industrial detalló que instaló, junto con un equipo de emprendedores de la Fundación Cántaro Azul, un kiosko de tratamiento en el patio de la primaria Josefa Ortiz de Domínguez, en San Cristóbal de las Casas; además, en los 18 salones se colocó un garrafón y vasos apilados para que los alumnos mitiguen su sed con esta agua purificada.
Considerando que la solución es educar a las nuevas generaciones, Eradi Murillo refirió que además de explicarles el ciclo del agua, se ha diseñado un módulo especial que consiste en una bomba accionada con pedales de bicicleta, que al ser puesta en marcha por los estudiantes, forma un surtidor que higieniza los garrafones y después produce un arroyuelo en el que pueden jugar a capitanear barquitos de papel.
De igual manera, se transparentó parte de la infraestructura, para que ellos puedan observar en qué consiste el proceso: captura del agua, almacenamiento, separación de los primeros litros vertidos que suelen acarrear polvo y hojas de las azoteas, el paso del líquido por tres filtros; mientras que el último paso es desinfectar el fluido con luz ultravioleta mediante el dispositivo Cántaro UV.
“Es un sistema sobrado pues supera cualquier estándar de calidad, incluso al remover alguno de sus elementos, esto nos permite modificarlo acorde a las condiciones de cada plantel. Por ejemplo, podemos prescindir de algún filtro si se requiere o si la lluvia no es suficiente, conectar sus tuberías a la red hidráulica o alimentarlas con pipas. Los buenos resultados del prototipo nos ponen en el umbral de la siguiente fase: llevar esta propuesta a mil colegios más”, agregó la diseñadora industrial.
Cabe destacar que son tres los modelos base que se instalarán de acuerdo con el número de alumnos de cada escuela:
- El sistema pequeño potabiliza hasta 500 litros por semana y puede atender de 20 a 50 alumnos.
- El mediano limpia hasta 1 mil 500 litros por semana y puede atender de 100 a 300 estudiantes.
- El módulo más grande procesa más de 1 mil litros por día y sirve para dar servicio a un máximo de 999 alumnos.
Fuente: UNAM
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